Acampada en el Penyagolosa
Queridos amigos:
El pasado fin de semana estuve acampadado a los pies del Peñagolosa.
Pepe pasó a por mí en cuanto salió del trabajo el viernes por la
tarde. No había tenido tiempo de hacer la mochila, así que después de
recogerme fuimos a su casa y a casa de su novia a por los trastos de
acampada. El Peñagolosa está en Castellón. Entre unas cosas y otras
nos plantamos allí a la una de la noche. Montar la tienda, cenar,
esperar a que hiciera efecto la medicación, otra hora. Me dormí sobre
las dos y media. Me desperté a las diez y media: ocho horas escasas de
sueño, cuando estoy acostumbrado a dormir más de diez. Desayuné, leí
un rato y a eso de las doce me acerqué con tiento a la tienda:
Pepe..pepe…oye…Sin respuesta. Pepe estaba roque. Decidí dejarle
dormir. Media hora más tarde: Pepe…pepe…Se oyó un Grrrr..El
monstruo empezaba a despertarse.
A eso de la una salió del saco, y
comió algo. Sobre las dos nos pusimos las mochilas y comenzamos la
ascensión al Peñagolosa. Después de un Kilómetro nos metimos en un
barranco que subía hacia el Peñagolosa. Hacía un día perfecto:
calorcito para ir en manga corta, y una brisa fresca que te despejaba.
El barranco estaba con agua y abundante vegetación: un sitio
chulísimo. Había flores, distintos tipos de árboles, corría un
riachuelo: no se puede pedir más.
Llevábamos apenas tres
kilómetros de ascensión me dio una pájara. Tuve un golpe de calor, me
faltaban las fuerzas para seguir subiendo, estaba mareado. En fin, un
desastre. Le pedí a Pepe que paráramos dos minutos para recuperarme.
Saqué un plátano para llenar el depósito, y Pepe me sugirió que
comiera y bebiera. Dio de lleno en la diana. Así que paramos a comer.
En lo que llevábamos de acampada habíamos visto un ratolín y una
liebre. Pero nos esperaba una grata sorpresa. Mientras comíamos
apareció una pareja entrada en años con un perro. En eso Pepe me dijo:
«MIra Andrés». Miré. No me lo podía creer: una manada de cabras
montesas con sus cuernos y todo. Debía haber una docena o más.
Desafortunadamente, el perro empezó a ladrar y las cabras
huyeron…así que no hay foto. Veinte minutos de comer, hidratarme y
descansar me devolvieron las fuerzas. Seguimos subiendo por el
barranco flipando con las maravillas botánicas que nos rodeaban, como
un árbol con la corteza rodeada de hiedra. Poco después dejamos el
barranco y empezamos la parte final de la ascensión.
La ascensión son
ochos kilómetros con un desnivel de 700 metros. Desde el camino en la
montaña se veían todas las montañas, valles y pueblos de alrededor:
algo maravilloso. Íbamos parando cada diez minutos o así para
recuperar el resuello. Finalmente, llegamos arriba. Las vistas son
impresionantes. NO faltaron los gritos de apogeo montañero. LO
conseguimos:¡¡Estábamos arriba!! NOs dedicamos a descansar, sacar los
prismáticos y hacer fotos. MIentras estábamos arriba apareció una
pareja ya entrada en años que habían conseguido hacer cumbre.
Normalmente, en la cumbre sopla un aire frío de narices, pero tuvimos
suerte y sólo corría una agradable brisa fresca.
Después de una hora allí, decimos iniciar el descenso. MIs piernas
estaban como chicle y apenas me sostenían. Pepe me sugirió que
volviera a comer algo. MIentras él hizo fotos de la puesta de sol…de
la maravillosa puesta de sol. Cuando nos metimos de nuevo en el
barranco ya era noche cerrada. Encendimos los frontales y fuimos así
hasta la tienda de campaña. Cené rápido y me fui a dormir…totalmente
destrozado. Me levanté quince horas más tarde…sí…dormí quince
horas. Al despertar estuvimos charlando sobre ciencia, política,
religión, familia, mujeres, cualquier cosa…pero evitando dar un
paso. A eso de las cinco recogimos todo y nos volvimos a VAlencia.
Llegué a casa a las ocho y me fui directo a por la cena y la cama.
Fue duro, pero valió la pena. Os lo recomiendo.
Un abrazo.