Aras- La Romerosa 10_02_27
La semana pasada pensé que ya llevaba demasiado tiempo sin ver monte. Así que el viernes por la mañana hice la mochila, y me planté a las 5,30 en la Estación de Autobuses. El autobús salía a las 6,30 para Aras de los Olmos. El viaje duró apenas dos horas y cuarto. Me entretuve escuchando música en mi Ipod (¡Qué gran invento! Hay que ver lo bien que suena). Llegamos ya entrada la noche. Por cierto, soy de autonomía limitada, y el conductor fue tan amable de parar dos minutos en Casinos para que yo pudiera hacer un pis.¡¡Hurra por él!! Me alojé en la Casa Rural de Aras. Encarna, la dueña, estaba esperándome y me acompañó a la casa y me dio la llave. Una vez dentro, deshice la maleta y la mochila, cené, me tomé la medicación y me fui a dormir. Desperté tarde al día siguiente. Fui a hacer algunas compras (entre ellas un bote de una miel de azahar buenísima); y a la una partí hacia la espesura del bosque. Tomé el camino de La Romerosa. Ésta es un refugio libre (o sea, que todo el que quiera puede usarlo para guarecerse allí). MI objetivo era una colina desde la que se divisan todos los valles y montañas hasta aquellas que rodean Valencia. Salía del pueblo y estaba tomando el camino correcto cuando me encontré con Joanma, un buen amigo de cuando yo estaba en la Asociación Valenciana de Astronomía. Nos saludamos y charlamos cinco minutos, para después empezar la ruta.
Los dos primeros kilómetros transcurrían entre campos de almendros y trigo. Algunos almendros ya estaban en flor. Era una gozada verlos así.
Allí, en Aras, sólo estaban en flor algunos almendros; pero en el viaje de vuelta a Valencia pude comprobar que conforme perdíamos altura y nos acercábamos a la costa todos los almendros estaban ya en flor.
Conforme me alejaba del pueblo, el bosque iba volviéndose más frondoso. Como este año ha llovido tanto, todo estaba verde a pesar de ser invierno.
La quietud en el bosque era total. Si te parabas a escuchar no se oía nada. Y si se oía algo era el susurro del viento entre los árboles.
Como podéis ver el camino estaba rodeado de pinos. Aunque también había cipreses plantados por Joanma y las cuadrillas de forestales hace unos años.
Después de un invierno de una borrasca detrás de otra, con un frío que te cagas, fui a dar con un día perfecto de monte. MIentras caminaba, iba en manga corta. Hacía una agradable brisa fresca. Sólo al parar a descansar se agradecía ponerse el forro polar.
Una hora después de salir del pueblo, llegué al Refugio de la Romerosa.
Si vas caminando o pastoreando y te pilla un chaparrón o una nevada, siermpre puedes refugiarte dentro hasta que escampe.
Paré a descansar cinco minutos en el Refugio. Después continué camino. Mi objetivo era la famosa loma con las magníficas vistas.
El camino estaba, en algunos sitios, todavía embarrado de las últimas lluvias. Si te fijabas se podían ver las huellas de animales: ciervos y jabalíes.
Vi varias huellas, además de la de arriba.
Como veis, incluso en medio de la foresta había almendros en flor.
Y finalmente, llegué a la ansiada loma. Y ¡¡¡HALA¡¡¡ A DISFRUTAR DE LAS VISTAS.
Allí, en la loma, paré a comer, hidratarme y descansar. No me digáis que no son unas vistas maravillosas.
Cumplido mi objetivo del día, volví al pueblo. No hice una ruta circular porque había que bajar al río Turia con un desnivel que no veas. Así que simplemente desandé lo andado.
Dejo pendiente la ruta circular para otro día.
Los tres últimos kilómetros se me atragantaron. En total debí caminar unos 14 kilómetros. Sin un gran desnivel, todo sea dicho.
Ya en la Casa Rural, me dediqué a descansar hasta coger el bus al día siguiente para volver a Valencia. Por cierto, me hice para cenar unas patatas a la riojana para cenar que estaban para chuuparse los dedos.
Seguiré teniendo os informados de mis andanzas.
Hasta otra. Un abrazo.