2010_04_04 Senda de Cavanilles
Adela, Mónica y yo llegamos a La Portera el sábado por la tarde. El domingo tenía que venir gente de Valencia: Rafa y amigos. Esperábamos a Rafa y acompañantes en La Portera. Iban a venir un poco después de las 9, así que a las nueve menos cuarto todos arriba. Todo sea dicho, yo sólo dormí cuatro horas esa noche. Me dormí a las 12 y me desperté, insomne, a las 4.
Sobre las diez llegaron los caminantes. Venían con seis perros. Había gente a la que conocía y gente a la que no. Llegaron: Rafa, Chelo, Esther, Alejandro, Cristina y Carolina. A ellos nos sumamos Mónica, Bonita (la perra de Adela) y yo. Adela se quedaba en La Portera para preparar la comida y atender a unos clientes.
No nos entretuvimos mucho, montamos en los coches y hala a Cortes de Pallás.
Aquí podéis ver a Bonita, la perra de Adela, en su salsa.
Hicimos unos 50 kilómetros de carretera, con mogollón de curvas. Me mareé un poco. Llegamos al pueblo, y dejamos los coches prácticamente en el inicio de la ascensión. Desde que inicias el camino hasta que llegas a la parte de arriba, es todo cuesta arriba. Las vistas aéreas con el pueblo y el pantano debajo son impresionantes.Aquí podéis ver el pueblo desde arriba.
Chelo y yo íbamos parando de vez en cuando para recuperar el resuello. La subida era empinada y sin descansos. Por delante iban Carolina y Mónica con paso ágil. Son mitad de jaca hispana y mitad de cabra ibérica. Aquí podéis ver a Chelo descansando y yo aprovechando para lo mismo.
Todo sea dicho que Rafa nos esperaba y no nos dejó solos en toda la subida. Aquí tenéis una buena foto de Rafa y de la Naturaleza que nos rodeaba.
Las vistas del pantano eran chulísimas.
Finalmente después de poco más de una hora llegamos arriba. Aquí están todos: guía, cabras ibéricas, perros, etc…
Nos habíamos encontrado con otros montañeros durante la subida. Uno de ellos se paró, y nos comentó que si alguno de nosotros se había dejado un jersey rojo en el camino. Efectivamente, Carolina había perdido su chaqueta roja. Rafa, ni corto ni perezoso, bajó a todo correr y cinco minutos después, cuando ya nos hallábamos caminando paralelos a una piscina gigantesca, llegó corriendo con el jersey en la mano. ¡Vaya exhibición de facultades físicas! Caminamos un rato por pista forestal, y, al abandonarla, por una pedrera. Poco después iniciábamos el descenso hacia el valle. Hubo algún tramo complicadillo. De estos que si se te va un pie te vas a la porra. Así que poco a poco y con el culo pegado al suelo. Las vistas eran impresionantes.
En la siguiente foto, podéis comprobar que Rafa disfruta muchísimo de la montaña y que está en su salsa, de excelente humor, y con ganas de hacer el payaso.
Desde el camino, se podía ver una roca con un agujero enmedio. Está muy chula.
También pudimos ver un aprisco donde los pastores se refugiaban (hace años) cuando llovía o nevaba.
Y, por fin, llegamos abajo, al valle; por donde discurría el Júcar. Había agua por todas partes. Los chihuahuas de Alejandro estaban hechos polvo, así que le tocó cargarlos. Por suerte, no pesan mucho. Aquí podéis ver unas fotos del río. Tuvimos que cruzarlo pisando unas rocas y un tronco inestables. Por si me caía, le pasé la cámara a Rafa. Pero no me pasó nada. Metí la bota en el río, y el Goretex cumplió su función y llegué seco al otro lado. Nadie se cayó. Eso sí, Alejandro cruzó descalzo. Cada uno, a su aire.
A partir de aquí, Cristina, Alejandro y yo nos retrasamos. Cristina iba parándose ante la flora del lugar. Conoce muchísimas plantas, y le encanta ver y fotografíar flores
La foto de arriba es de un lirio. Cristina iba encantada con tanta flor. Lo cierto es que no sabía dónde estábamos…pero todos los caminos iban hacia el pueblo…así, que ¡adelante! Llegamos a una cascada después de un paso angosto.
La cascada no tiene desperdicio.
Aquí viene el momento cariñoso de la excursión. Al lado de la cascada había un chiringuito con mucha gente. Una niña pequeña se encaprichó de los perros de Alejandro.
Finalmente, nos juntamos todos en el pueblo. Volvimos a La Portera sin ningún incidente y con un buen sabor de boca. Allí nos esperaba Adela con unos amigos y la comida preparada. Nos juntamos ciento y la madre.
Pasamos un buen rato, charlando y probando los vinos de Mariano y Adela. El de Jengibre, y el Vi de Gel estaban soberbios…MANJAR DE DIOSES.
Y así terminó un día de aventuras por los montes valencianos.